PÁGINAS

CUENTOS

EL CUMPLE DE RAQUEL

¡Mamá!, yo quiero tener una fiesta como la de Jorgito.

-Raquel lya te he dicho que eres muy pequeña para tener una fiesta tan grande.
- Pero ¡mamá yo quiero payasos!
Raquel miraba a su madre con cara de puchero. Su madre le acaricia la cara despacio y le dice: no te preocupes mi amor, algo haremos.
Raquel vuelve a sus juegos un poco convencida, pensando que solo quedan tres días para 
su cumple. Se imagina una fiesta llena de globos, payasos, chuches, amigos…
Por la noche Aurora, su madre, comenta con Javi, su padre, que la peque quiere una fiesta de cumple  con payasos, pero ellos no conocen a ninguno. Se encuentran en el sillón pensando sobre el tema y en ese momento llega Carolina, la hermana mayor, que venía a preguntar a su papá sobre los deberes de mates. Al escuchar lo que estaban hablando se le ocurre una idea, y  se la dice a su padre.
- Oye papá ¿qué te parece si yo me disfrazo de payaso en la fiesta de Raquel?, así no nos cuesta dinero, y Raquel tiene sus payasos y yo me divierto. Los padres se miraron y se empezaron a reír.
dice el padre: oye Carol creo que has tenido una buena idea, yo me encargo de prepararlo todo.
No le conteis nada a Raquel y será una sorpresa -dice la madre.
Se acerca el gran día del cumple. Aurora, la madre, ha comprado globos de colores, serpentinas, refrescos, chuches… también ha invitado a sus amigas de la guarde, a sus vecinas y amigos. También ha comprado el disfraz de payaso de Carol (uyyy!! que es un secretro!!!)
¡HOY ES EL CUMPLE DE RAQUEL!  es 3 de marzo y cumple 3 añitos. Su padre, Javi  y su madre Auro llevan toda la mañana organizando la fiesta. Raquel está nerviosa esperando a sus amigos y ya empiezan a llegar todos contentos con sus regalos para Raquel.
Ella feliz los va recibiendo y cuando de repente llaman a la puerta y Raquel se asoma y ve aparecer un gran cabeza amarilla con una cara pintada, una nariz roja… y llevaba un traje de lunares y unos zapatos enormes. Raquel mira al paaso sorprendida, primero con un poco de miedo, pero después suelta una gran carcajada. ¡ Mira mamá ha venido un payaso a mi fiesta! ¿Carol dónde estás? ¡ Ha venido un payaso! ¡Mirad tengo un payaso!. Carolina disfrazada de payaso no paraba de reír, se lo estaba pasando genial. Empezó a hacer reir a los niños pero sin hablar, para que Raquel no la conociera, y estuvieron toda la tarde disfrutando de la fiesta. Pero ya había llegado la hora de despedirse de sus amigos. Sus mamás venían a recogerlos. Carol rápidamente subió a su cuarto para quitarse el disfraz para que Raquel no la descubriese. Por fin, llegó la hora de dormir y la mamá de Raquel se la lleva a su cuarto para rezar con ella y la tranquiliza para que se duerma.
¿Verdad mamá que ha sido la mejor fiesta de cumpleaños del mundo? y ¡con payasos!qué feliz estoy! Su madre la besa cariñosamente y le dice: 
- si mi amor ¡ es la mejor fiesta del mundo! y ¡ tú, la niña de tres años mas bonita de mundo!
Detrás de su madre llegó Carol para darle el beso de todas las noches, y sin darse cuenta se había dejado un poco de pintura en la cara y Raquel le preguntó :
¿tienes pintura como la del payaso? y carol le contó una historia sobre una hermana mayor que quería mucho a su hermana pequeña y se disfrazó en su fiesta de cumple para hacerla feliz. Raquel no escuchó el final, porque ya estaba soñando con su fiesta de payasos y con su hermana Carol a la que quería más que nada en el mundo.
"buenas noches Raquel, lindos sueños, te quiero mucho" y Carol abandona la habitación con una gran sonrisa.
 Escrito por Irene Laso García. Mas conocida como Nené

POR QUÉ EL PINO, EL ABETO Y EL ENEBRO CONSERVAN SUS HOJAS EN INVIERNO.


Una vez, hace mucho tiempo, hacía mucho frío; el invierno estaba cerca. Todos los pájaros emigrantes se habían marchado hacia el sur, para quedarse allí hasta que llegase la primavera. Pero quedaba un pajarito que tenía un ala rota y no podía volar. No sabía qué hacer. Miró a su alrededor para ver si encontraba un lugar donde abrigarse y vio los hermosos árboles del enorme bosque:

- Quizá los árboles me cobijarán durante el invierno-, pensó el pobre pajarito.

Llegó al lindero del bosque. El primer árbol que encontró fue un álamo blanco de hojas plateadas.

- Álamo precioso. ¿Me dejas vivir en tus ramas hasta que llegue el buen tiempo?
- ¡Ahhh...! ¡Vaya una idea! Bastante trabajo tengo con vigilar mis propias ramas. ¡Fuera de aquí!

El pobre pajarito, aleteando lo mejor que pudo con su ala rota, llegó al árbol siguiente. Era un roble grande y frondoso.

- Roble, buen roble, ¿me dejas vivir en tus ramas hasta que llegue el buen tiempo?
- ¡Vaya una pregunta! Si te dejo vivir en mis ramas picotearás todas mis bellotas. ¡Fuera de aquí!

Aleteando lo mejor que pudo llegó a un gran sauce que crecía a orillas del río.

- Precioso sauce, ¿me dejas vivir en tus ramas hasta que llegue el buen tiempo?
- No, de ninguna manera. Yo no cobijo jamás a desconocidos. ¡Fuera de aquí!

El pobre pajarito no sabía ya a quién dirigirse. Muy pronto le vio el abeto y le dijo:

- ¿Dónde vas, pajarito?
- No lo sé, los árboles no quieren cobijarme y yo no puedo volar lejos con mi ala rota.
- Ven a mis ramas puedes escoger la que más te guste; mira, me parece que en este lado se está más caliente.
- Muchas gracias, pero ¿podré quedarme todo el invierno?
- ¡Claro! Así me harás compañía.

El pino estaba muy cerca de su primo el abeto, y cuando vio al pajarito que brincaba y revoloteaba sobre las ramas del abeto, le dijo:

- Mis ramas no son frondosas, pero puedo proteger del viento al abeto, porque soy grande y fuerte.

Cuando el enebro se enteró, dijo que daría comida al pajarito durante todo el invierno. Sus ramas estaban cubiertas de hermosas bayas negras, y las bayas del enebro son un gran alimento para los pájaros.
El pajarito estaba muy contento en su casa, tan caliente y bien abrigada, y todos los días iba a comer a las ramas del enebro.
Aquella noche el viento del norte pasó por el bosque. Sopló sobre los árboles con su aliento helado y hoja que tocaba, hoja que caía. Quería tocar todas las hojas porque al viento del norte le gusta ver los árboles desnudos.

- ¿Puedo jugar con todos los árboles? -preguntó el viento del norte a su padre, el Rey de la Escarcha.
- No -dijo el Rey-, los árboles que han sido buenos con el pajarito, pueden conservar sus hojas.

Y el viento del norte los dejó en paz, y el pino, el abeto y el enebro conservaron sus hojas todo el invierno hasta que brotaron las nuevas. Y desde entonces, siempre ha sido así.



CUENTO INFANTIL: EL NIÑO Y LOS CLAVOS

Un cuento para controlar el mal genio de los niños


 Había una vez un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.

Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca. Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN